viernes, 18 de junio de 2010

PARÁBOLA DE UNA REPÚBLICA BANANERA



A finales del siglo XX, los líderes de la República Bananera, es decir, los representantes de la rancia aristocracia y la clase política dominante, decidieron que había llegado el momento de acabar con la guerrilla de una vez por todas.

Tras haber fracasado en tantos y tontos intentos, sólo quedaba una forma para conseguirlo: mano dura, guerra declarada, fuego, plomo…

Pero esos líderes de la República Bananera no eran guerreros ni militares. Sólo eran gentes “bien” con apellidos y dinero pero sin el valor de un soldado. Se necesitaba, pues, un soldado.

Sólo que tampoco podía ser un soldado, un militar, porque se supone que esto no es una dictadura. Además corrían el riesgo de que el militar (como ya había ocurrido antes con un general) decidiera, efectivamente, montar una dictadura.

Así que había que encontrar un hombre común con la valentía de un soldado pero que a la vez pudiera parecer uno de ellos: un líder de la patria.

Y lo encontraron.

Era un finquero, propietario de caballos, socio de narcotraficantes y creador de sangrientos ejércitos privados. Un hombre sin escrúpulos que incluso había osado entrar a la vida pública y política del país con excelentes resultados.

No era un aristócrata como ellos, ni un político de marras, pero podía servir a sus oscuros propósitos.

El plan consistía en llevarlo a la cima del poder, darle la potestad para llevar a cabo la sucia misión que ellos jamás podrían hacer porque no iban a manchar de sangre y oprobio sus apellidos tan bien heredados.

Y porque para llevar a cabo esa guerra, habría que cometer delitos de lesa humanidad, pasar por encima del Derecho Internacional Humanitario. De modo que si algún día la Corte Penal Internacional llegase a juzgar a alguien por esos crímenes, que fuera a ese que estaban montando, no a ninguno de ellos.

Así que lo montaron.

Lo que no se esperaban esos líderes es que ese finquero, narcotraficante y paramilitar, les iba a salir general -como dicen por ahí- y que iba a terminar cambiando la constitución para perpetuarse en el poder, elevando su mafia paramilitar y narcotraficante al nivel del Estado, y desterrando a la aristocracia bananera y a la clase política tradicional.

No, eso no se lo esperaban. Como tampoco se esperaban que el pueblo lo quisiera tanto. Pero cómo no lo iba a querer el pueblo si es que ese mafioso representaba, justamente, lo que los especialistas han dado en llamar “el sueño bananero”, que no es otro que el deseo individual de riqueza y de poder sin importar cómo lograrlo.

Lo peor de todo, es que el mafioso al que montaron, no sólo se estaba enquistando en el poder con toda su cohorte, sino que con el tiempo tampoco les cumplió la promesa de acabar con la guerrilla. Uno que otro golpe militar para exponer en medios y hacer ver como que sí estaba cumpliendo, pero todo eso tan positivo era falso.

Así que los líderes de la República Bananera, tras ocho años de haberle entregado el poder al diablo, decidieron que había llegado el momento de recuperarlo.

Así que escogerían a un sucesor, pero esta vez sería uno de ellos, un aristócrata y político de marras, con nombre y apellido de tradición, pero que pudiera continuar con la política de impunidad democrática impuesta por el mafioso.

Pero el mafioso no estaba dispuesto a dejar el poder y estaba haciendo todo para hacerse reelegir por el pueblo que lo amaba. Así que los líderes tuvieron que recurrir a los altos magistrados de la corte para que declararan inexequible el referendo reeleccionista.

Así que el mafioso buscó entre los suyos a uno o varios que lo sucedieran y con los que pudiera asegurarse la continuidad, no sólo de sus políticas sino de su impunidad, y escogió a dos de ellos.

Lo que no atinó a prever, en su afán, es que uno de esos dos era, precisamente, un aristócrata y político tradicional del mismo tipo de los que estaban conjurando en su contra. Y creyendo que aquel le sería fiel, lo ayudó a montarse en el poder.

Fue entonces que el tirano, el mafioso, el paramilitar y narcotraficante, se supo traicionado. Aquellos que lo subieron al poder ahora no sólo lo habían tumbado sino que lo entregaban a la Corte Penal Internacional para ser juzgado.

Los líderes de la República Bananera, reunidos en un Frente de Unidad Nacional, frente común y unificado, habían retomado el poder.

De ese modo la República Bananera entró de lleno en el siglo XXI, con una democracia feudal donde el pueblo sigue eligiendo a sus tiranos.

lunes, 31 de mayo de 2010

Libertad y Orden

Este es el lema nacional de mi país. Se puede leer inscrito en letras negras sobre una cinta de oro entrelazada a la corona de laurel que sostiene en su pico el Cóndor de los Andes, que a su vez sostiene en una de sus garras un extremo de la mencionada cinta, todo esto en la parte superior del escudo nacional.


Libertad y Orden. Deberíamos cambiarlo por Todo Vale. Más que un lema, una realidad nacional. Y nunca tan vigente (y contundente) como hoy.

Ayer hubo elecciones presidenciales en mi país. El candidato oficialista arrasó en primera vuelta sobre su principal contendiente. Juan Manuel Santos 46.56% - Antanas Mockus 21,49%. Santos representa al “uribismo”, cuya política del “todo vale” instaló en el poder a la más oscura mafia de nuestra historia nacional. Una mafia vinculada al narcotráfico y al paramilitarismo. Una mafia de derecha.

Esta ley del “todo vale” es la que cambia una Constitución Nacional para reelegir a un presidente, la que compra el voto de los congresistas para hacerlo, la que financia esos votos con el dinero de los pobres, la misma que ordena las ejecuciones extrajudiciales y la persecución y el descrédito de la oposición.

La “parapolítica”, la “yidispolítica”, el escándalo de Agroingreso Seguro, los “falsos positivos” y las “chuzadas del DAS” son sólo algunos de los escándalos que han salpicado al gobierno del presidente reelecto Uribe Vélez en los últimos años.

Pero no han sido los únicos.

Su hermano Santiago ha sido vinculado con el paramilitarismo desde finales de los años noventa. Los negocios de su familia con los hermanos Ochoa y sus relaciones con el Cartel de Medellín fueron motivos de investigaciones por parte del gobierno de los Estados Unidos y le valieron artículos en Newsweek y otras publicaciones extranjeras.

De todo ello el país ha vivido los escándalos. Y sin embargo lo vota. ¿Por qué?

De haber pasado el referendo de la reelección, ayer habríamos reelegido por segunda vez y para un tercer periodo presidencial consecutivo a Uribe Vélez. Pero como la Corte Suprema declaró inexequible el referendo electoral, tuvo entonces que arreglárselas para poner a su gente en la contienda electoral.

Y de la baraja de posibles candidatos del “uribismo”, el único que prosperó fue justamente Juan Manuel Santos; eso sí, gracias a una maquinaria poderosa. Maquinaria que se sostiene precisamente en el “todo vale”.

Vale traer a un oscuro asesor a hacer campaña negra en contra de otros candidatos, vale inflar las encuestas, comprar votos o amenazar a miserables para obligarlos a votar por el candidato oficialista, y, quizás lo que es peor, vale que el presidente mismo, aunque la ley se lo prohíbe, haga campaña a favor de su candidato.

Todo esto el país lo sabe. Y lo perdona. ¿Por qué?

Porque el “todo vale” se aplica en todas las esferas de la vida social de este país: desde colarse en una fila o evadir algún impuesto, hasta traficar con droga o financiar ejércitos privados. Es lo mismo.

Por eso propongo cambiar el lema nacional.

No sería lo único que habría que cambiar en nuestro escudo. Bien visto, las únicas granadas que existen en nuestro país son las de fragmentación. Las cornucopias, con sus monedas de oro y frutos tropicales, simbolizan una riqueza y una abundancia que, o han sido robadas o pertenecen a unos pocos. El gorro frigio que nadie entiende o conoce, símbolo de una libertad desconocida. Y ese istmo de Panamá que ya no nos pertenece.

Por supuesto, estoy ironizando.

Finalmente, todos esos “símbolos” en el escudo son lo que son porque esa es, precisamente, nuestra realidad nacional, una realidad de carencias, de faltantes, de ilusiones y mentiras, de ironías, como esa que reza “Libertad y Orden”: libertad para delinquir y orden para hacerlo, eso es lo que ocurre en mi país.

Y todos parecen estar de acuerdo.

Quizás por eso el ave nacional, el Cóndor de los Andes, que nos simboliza, es un ave de rapiña. Y, lo que es más significativo: por orden del decreto 3558 del 9 de noviembre de 1949, dicho cóndor debe mirar a la derecha...

jueves, 27 de mayo de 2010

¿Por qué?

Porque sí, porque no, porque quiero, porque puedo, porque me da la gana, porque tengo que hacerlo...

La vida es un por qué incesante, un querer saber... bueno, mi vida al menos.

Supongo que hay gente que no se pregunta nada, que no quiere saber nada. Felices ellos.

A mí me gusta complicarme la vida, me gusta pensar, preguntar, curiosear aquí y allá y hacerme una maraña en mi cabeza.

Y a veces me gusta escribir sobre eso.

Por eso este blog. Para compartir a vuelo de pájaro mis ideas, lo que pienso y siento sobre tantas cosas.

Bienvenidos.