Este es el lema nacional de mi país. Se puede leer inscrito en letras negras sobre una cinta de oro entrelazada a la corona de laurel que sostiene en su pico el Cóndor de los Andes, que a su vez sostiene en una de sus garras un extremo de la mencionada cinta, todo esto en la parte superior del escudo nacional.

Libertad y Orden. Deberíamos cambiarlo por Todo Vale. Más que un lema, una realidad nacional. Y nunca tan vigente (y contundente) como hoy.
Ayer hubo elecciones presidenciales en mi país. El candidato oficialista arrasó en primera vuelta sobre su principal contendiente. Juan Manuel Santos 46.56% - Antanas Mockus 21,49%. Santos representa al “uribismo”, cuya política del “todo vale” instaló en el poder a la más oscura mafia de nuestra historia nacional. Una mafia vinculada al narcotráfico y al paramilitarismo. Una mafia de derecha.
Esta ley del “todo vale” es la que cambia una Constitución Nacional para reelegir a un presidente, la que compra el voto de los congresistas para hacerlo, la que financia esos votos con el dinero de los pobres, la misma que ordena las ejecuciones extrajudiciales y la persecución y el descrédito de la oposición.
La “parapolítica”, la “yidispolítica”, el escándalo de Agroingreso Seguro, los “falsos positivos” y las “chuzadas del DAS” son sólo algunos de los escándalos que han salpicado al gobierno del presidente reelecto Uribe Vélez en los últimos años.
Pero no han sido los únicos.
Su hermano Santiago ha sido vinculado con el paramilitarismo desde finales de los años noventa. Los negocios de su familia con los hermanos Ochoa y sus relaciones con el Cartel de Medellín fueron motivos de investigaciones por parte del gobierno de los Estados Unidos y le valieron artículos en Newsweek y otras publicaciones extranjeras.
De todo ello el país ha vivido los escándalos. Y sin embargo lo vota. ¿Por qué?
De haber pasado el referendo de la reelección, ayer habríamos reelegido por segunda vez y para un tercer periodo presidencial consecutivo a Uribe Vélez. Pero como la Corte Suprema declaró inexequible el referendo electoral, tuvo entonces que arreglárselas para poner a su gente en la contienda electoral.
Y de la baraja de posibles candidatos del “uribismo”, el único que prosperó fue justamente Juan Manuel Santos; eso sí, gracias a una maquinaria poderosa. Maquinaria que se sostiene precisamente en el “todo vale”.
Vale traer a un oscuro asesor a hacer campaña negra en contra de otros candidatos, vale inflar las encuestas, comprar votos o amenazar a miserables para obligarlos a votar por el candidato oficialista, y, quizás lo que es peor, vale que el presidente mismo, aunque la ley se lo prohíbe, haga campaña a favor de su candidato.
Todo esto el país lo sabe. Y lo perdona. ¿Por qué?
Porque el “todo vale” se aplica en todas las esferas de la vida social de este país: desde colarse en una fila o evadir algún impuesto, hasta traficar con droga o financiar ejércitos privados. Es lo mismo.
Por eso propongo cambiar el lema nacional.
No sería lo único que habría que cambiar en nuestro escudo. Bien visto, las únicas granadas que existen en nuestro país son las de fragmentación. Las cornucopias, con sus monedas de oro y frutos tropicales, simbolizan una riqueza y una abundancia que, o han sido robadas o pertenecen a unos pocos. El gorro frigio que nadie entiende o conoce, símbolo de una libertad desconocida. Y ese istmo de Panamá que ya no nos pertenece.
Por supuesto, estoy ironizando.
Finalmente, todos esos “símbolos” en el escudo son lo que son porque esa es, precisamente, nuestra realidad nacional, una realidad de carencias, de faltantes, de ilusiones y mentiras, de ironías, como esa que reza “Libertad y Orden”: libertad para delinquir y orden para hacerlo, eso es lo que ocurre en mi país.
Y todos parecen estar de acuerdo.
Quizás por eso el ave nacional, el Cóndor de los Andes, que nos simboliza, es un ave de rapiña. Y, lo que es más significativo: por orden del decreto 3558 del 9 de noviembre de 1949, dicho cóndor debe mirar a la derecha...